Cuando un adulto realiza ejercicios
semanales, lo hace con el fin de mantenerse sano, saludable y en forma.
Cuando un niño hace ejercicio, no
solo mejora su salud, sino que comienza a crear funciones de aprendizaje,
modifica sus conductas, mejora su rendimiento, desarrolla niveles de atención y
alta concentración, activa su memoria, aprende a manejar el tiempo y el
espacio, regula el organismo, activa y mejora su circulación, su tono muscular,
activa las glándulas de crecimiento, tiene mayor capacidad respiratoria,
aprende disciplina, orden, tenacidad, constancia, respeto y sobre todo
potencializa su coeficiente Intelectual. es un niño integral.
Un niño debe hacer ejercicio para
que ejercite su mente y su cuerpo, para crear un equilibrio perfecto, cuando
ocupa su tiempo correctamente, el ciento por ciento está en funcionamiento, se
vuelve activo, extrovertido, sociable, responsable, respetuoso, inteligente y
alegre.
Todo niño con una excelente área motriz, tiene un alto nivel
intelectual, y jamás pasará por la difícil tarea de afrontar un problema de
aprendizaje
En la primera infancia,
existe una particular importancia de la conexión entre el desarrollo motriz y
el cognitivo. Las actividades motoras, los movimientos, el ejercicio en
general, adquieren un alto valor educativo por las posibilidades de exploración
del propio cuerpo, su entorno y las relaciones lógicas con los objetos, con el
medio y con otras personas.
Las primeras nociones a
nivel neurológico, sensoriales, temporales, espaciales, psicológicas y de
resolución de problemas se construyen a partir de actividades que se inician en
diferentes situaciones de movimiento, es el primer paso del aprendizaje.
Cuando, por medio del
movimiento, logramos “entrenar” las funciones que intervienen en el proceso de
aprendizaje (seguimiento de instrucciones, atención, concentración y memoria),
logramos potenciar la capacidad intelectual del niño.